¿Cómo nos amaremos cuando la casa apenas se sostenga?.
Cuándo la ruina sea tan ostensible que el arte del disimulo, lejos de festejar logros,
señale más descarnadamente lo evidente.
Cómo prenderemos el gozo cuando la senectud haga grotesco cualquier intento.
¿Qué sostendrá nuestro frenesí? Ese que incendia
los cuerpos de los amantes.
Nuestros cuerpos, quizás fisiológicamente ingobernables.
Tan escarbados el uno por el otro.
Tan escasos de misterio, y torpes ya en hallazgos mutuos.
¿Cómo nos amaremos tras habernos querido tanto
y tantas veces?
¿Qué amarrará el festín de los amantes?
¿Dónde nos nacerá el arrebato?.
Tal vez volvamos al principio,
a besarnos con los ojos entornados. A recorrernos
con el tacto tembloroso de los dedos
amparados en la oscuridad del cuarto.
Serán estas gastadas rutinas las que eduquen de nuevo
nuestro hallazgo.
¿Cómo nos amaremos cuando la casa apenas nos sostenga?
Endeble al fin a cualquier tempestad,
deseosos de inventarnos otras tempestades más modestas
que antaño brotaran frondosas
como flores en las manos.