miércoles, 29 de agosto de 2012

LA MANCHA DE MORA (YO SOY UN PAÍS)

La espada el escudo la lanza,
y poco más.
Hay días (algunos, quizás no muchos pero manchan como moras maduras),
en los que no valgo la pena.
                           STOP.
CUIDADO CON LA HUMANA, MUERDE.
Y peleo hasta con el aire que respiro.
Digo: No entres aire. Estoy belicosa y te aniquilaré.
Inhalo.
Entra el aire. Entran
las caricias. Entran
los silencios que brotan vigorosos ante mi terca presencia.
(La necedad de rodearme de gente
cuando invento guerras).
¡¡Damas y caballeros!! ¡¡Niños y niñas de todas las edades!!
¡¡Bienvenidos a la función!! ¡¡Qué comience el pasacalles!!
Yo, sacando a desfilar mi ejército por el salón,
por la cocina, prolíficamente anunciado con golpes de cacerolas,
de platos y vasos… El festival sinfónico del menaje.
Donde quiera que se escondan los prisioneros,
ahí estoy yo. Como un ángel de la guarda
pegajoso y vicioso por mis bellos des-almados.
Y realmente estoy diciendo:
PARAD ESTO QUE ME MUERO. PARADME (por favor).
Pero hablo con antónimos.

Cae la noche.
Recibo el catre extenuada.
¿No hay besos de buenas noches? ¿Ni dados, ni recibidos?
Veo la imagen feroz de esta batalla
en horizontal.
Los des-almados desmembrados tendidos
sobre la hierba roja del pasillo.
La mueca grotesca del dolor y los pájaros negros-negrísimos
danzando en réquiem por la casa. Anunciando un azabache
más azabache que la noche.
Me siento tremendamente avergonzada por todo esto.
No hay victoria que celebrar.
Solo la titánica tarea de excavar.
Excavar y excavar y excavar hasta sacar algo de luz
que destelle
engullendo esta negrura de hoy. Iniciando
el Ciclo de la Luz; azulada y cálida.
Y será, porque soy tan buena en lo malo,
como en lo bueno. (Me mueve la rabia).
Pero esta noche sé
que supe morder a los míos;
aún desconociendo la gloria que ansiaba.

Y todo esto veo y todo esto ocurre
algunos días, quizás no muchos,
pero machan como moras maduras.