Está el muro. Ya sabes,
el muro-muro con el que vamos rozando el mundo.
(No quiero decir Piel. Piel es otra textura y no esto).
Está eso tosco y recio, embrutecido con los años
y luego,
la membrana. La piel traslúcida de la que están hechas
las alas de la libélula. (Ahora querría decir Alma).
Está la piel embrutecida cobijando
nuestro batir de cristal, y tú.
Estás tú, que tocas el mundo
amembranado, con alas de libélula
y escondes el muro-muro para ti solo:
para no raspar, para no manchar; para ensayar la ternura.
Estás vuelto del revés,
y me gustas.