Miedo al miedo.
A desconocerlo también.
A ser devorada.
A lamer con vicio,
a envolverme,
a envolverte.
Al papel en blanco.
A sudar tinta y que no la escupa mi mano.
A escribir tu nombre
cien veces, mil veces, un millón de veces
y volver a empezar.
A cerrar los ojos sin sueño.
A soñar con los ojos abiertos.
A recorrerte sin prisas,
a ser recorrida toda una vida.
A perderte entre la multitud.
A no reconocerte a pesar de recordarte.
A ser domada, ordenada y dormida.
A ser caótica siempre y no casi siempre.
A olvidar las lágrimas,
a recordarlas de golpe.
Al azogue, a la agitación,
a la ausencia de calma.
Al ruido, al escozor y al zarpazo.
A la estrechez de tu boca.
Al mundo concentrado en tu nuca.
A lo de fuera del círculo.
A que salgas de él.
A las ausencias que guardo.
A que se me planchen los pliegues del alma.
A coleccionar estaciones.
A ser algo parecido a mí,
a mí sin mí.
A soñar con tu olor.
A oler a ti.
A saberte de memoria.
A recitarte sin error.