Siento
debilidad por El Guerrero.
Me
dirás que ando enamorada… No sé. Nunca antes di con alguien que recibiera mi
cóncavo cuerpo con tal exactitud en su convexa forma. Dispuesto para mí de un
modo preciso, casi matemático diría yo. Descansa cada átomo de mi terco
fuselaje en su perfecto lomo, como si así estuviera amasado desde siempre para
mi peculiar forma.
Se
tumba de costado y como imán que atrae al metal,
como
tierra de labor sorbiendo lluvia,
poso
mi cuerpo sobre su espalda formando un uno indivisible y cálido.
Yo
no sé muy bien contra qué lucha El Guerrero, pero adoro la forma en la que se
reconcilia con el mundo tras sus pequeñas batallas. Yo le llamo cariñosamente,
El Descanso del Guerrero. Me gusta llamarle así y creo que a él también.
Jamás
me trae flores cuando viene a casa a cenar. Y yo -pésima cocinera como bien
sabes- dispongo la tarde para preparar el ágape con el que agasajarle.
Desatiendo otras tareas para dedicarme, en cuerpo y alma, a esta minuciosa
ceremonia. Cuido con esmero todos y cada uno de los detalles que convocan la
armonía en tales encuentros. Es una labor llena de ternura y matices.
Deliciosa.
Las
velas perfumadas del jardín, las servilletas malva de papel fino-finísimo que
despachan en la tienda de menaje de la Calle del Agua, las copas traslúcidas,
impolutas, secadas con trapo de lino para despertar el brillo…
Él
llega con las manos en los bolsillos como quién pasa por casualidad y para sin
más. A charlar, por ejemplo. Adoro que convoque el mundo con esa sencillez.
Desde
hace meses se ha aficionado a la cámara de filmación que compró en la Tienda de
Objetos Olvidados de Ciudad Fragilidad. Va con ella a todas partes registrando
el mundo como si los ojos le mintieran y necesitara ese artilugio para disipar
la impostura.
Graba todo.
A
mí también.
Unas
veces bajo petición expresa, otras sin yo advertirlo. Luego, me regala su obra.
Montada con esmero como un ramo de flores donde cada especie y color es elegido
por algún motivo y no al azar.
Instantes
de mi vida embellecidos bajo una luz calibrada,
dispuestos
en una hermosa melodía;
cosidos
con ritmo y destreza.
(Soy
poema).
Enfoques
y desenfoques que devuelven una imagen nueva de mí para mí.
Me
veo linda en esas rutinas que él registra. Cóncava con este convexo mundo en el
que, hasta hoy, creí imposible posar mi maltrecha alma de modo tan exacto y
reparador.
Debe
ser amor my love. Vos sois más sabio que yo y así lo nombráis.