LAS MANOS DE DENIS MUKWEGE
Hay en el Congo un médico que repara
a las mujeres que otros hombres rompieron.
Hombres que eran suficientes para el amor
pero eligieron el daño.
Hemos manchado la Tierra
con esa sangre.
A veces, en mitad de un atasco, cierro los ojos
y sueño con el doctor Denis Mukwege.
Ejercito mis branquias y ensayo
otra forma de respiración
para no sucumbir al horror.
Vivir así comienza a ser una ordinariez.
Por eso pienso tanto en Denis Mukwege,
en sus manos sanadoras y su rito delicado
uniendo tejidos, membranas y huesos, amorosamente.
Adoro su agitadora y soberbia locura.
Quizás no esté todo perdido y ciertas disidencias
sean nuestro único canto a la ternura.
y sueño con el doctor Denis Mukwege.
Ejercito mis branquias y ensayo
otra forma de respiración
para no sucumbir al horror.
Vivir así comienza a ser una ordinariez.
Por eso pienso tanto en Denis Mukwege,
en sus manos sanadoras y su rito delicado
uniendo tejidos, membranas y huesos, amorosamente.
Adoro su agitadora y soberbia locura.
Quizás no esté todo perdido y ciertas disidencias
sean nuestro único canto a la ternura.