Tocar el vientre del poema… Tocar el vientre del poema y
saber, de pronto, que has tocado el vientre de un poema.
Que estás. Que tu frío está abrigado en ese hueco cálido y
protector, y que es ahí donde has querido estar siempre: de la luz, a la luz
más bella. Como si cupieras en él de un modo tan reparador y exacto, que excita.
Hay algo eléctrico en todo esto. Sientes una embestida. Tu piel posada -indivisiblemente-
en el vientre del poema: de la luz, a la luz más bella, piensas. Estás en el
lugar donde el poema custodia sus silencios, donde todos los versos del poema,
se convocan. Has tocado el vientre brillante de un poema y ya solo deseas tocar
el vientre brillante de todos los poemas, para siempre.No podrás leer poesía de otro modo.
Es más, hoy sabes que no hay otro modo de leer poesía.