Comienza la estación de las Frutas de agua en Ciudad Fragilidad.
Odio que esta ciudad viva con tanta intensidad sus estaciones, sobretodo la de las Frutas de agua. Aborrezco este calor exasperante que condena la ciudad al silencio y la despuebla como una peste asoladora.
Arde Ciudad Fragilidad suspendida en un paréntesis letal cuyo único resquicio de vida es el monótono cantar de las chicharras.
Cae al fin la noche y engrandece el murmullo bajo la nocturna tregua mientras las calles recuperan su pulso. Gentes que pasean, que llenan las terrazas de las cafeterías del Paseo de La Pólvora, ruido de coches, de niños jugando en los parques, de tertulias a la puerta de las casas. Vibra Ciudad Fragilidad ansiosa por robarle a la oscuridad lo que el día le negó. Y nosotros -my love- que estamos mojados, que siempre anduvimos mojados, paseamos como dos noctámbulos más por la bella Ciudad Fragilidad.
Pero echamos tanto de menos la lluvia,
la añoramos tanto que dudo si lograremos sobrevivir a la larga Estación de las Frutas de agua
en Ciudad Fragilidad.
Estimada Vega:
ResponderEliminarQué bonito texto. !Cuánta poesía! en esa cuidad de la que me siento el alcalde.
Un saludo.
José Cantabella
He navegado un ratito por tu blog y me ha encantado como está maquetado, descubrir un montón de coincidencias y por supuesto leer tus textos llenos de poesía.
ResponderEliminarEnhorabuena!
María José Bataller
He pasado un momento para buscar una reseña y la verdad he vuelto a recrearme en esos fragmentos de "Ciudad Recuerdo".
ResponderEliminarVolveré, ¡lo prometo! y te diré algo de esa lluvia que echas de menos y que es tan frecuente aquí, en mi tierra.
Un saludo desde Cantabria
Rafael
Lluvia fina y muy constante, la del norte, que llega en un abrazo
ResponderEliminarinterminable hasta nosotros.
Lluvia que viene con la niebla y con la bruma, impulsada por la brisa
y el nordeste, con recuerdos y saudades de momentos ya vividos.
Lluvia que se ansía y se desea por las almas intranquilas de los
hombres.
Lluvia interminable y juguetona que recorre con lujuria el paraíso de
las caras y los cuerpos que susurran y suspiran.
Lluvia para ti, Ciudad Recuerdo, con el yodo y el salitre de estos
mares, con la arena de sus playas, con los besos de las olas, con el
roce sigiloso de las algas y sirenas...
Lluvia apetecible por los labios temblorosos que suplican esas gotas y
ese beso en la sed de su agonía.
Lluvia recibida y aclamada por la tierra, en un principio, aunque
luego se diluya por los campos y los montes para ir hacia los ríos y
los mares.
Lluvia de terrazas y de gentes, de tertulias de mayores y de niños
persiguiendo sus barquitos por el parque.
Lluvia de tertulias y jardines que viene hasta los bosques de las
hadas donde crecen nuestros robles, las encinas y las hayas.
Lluvia de la eterna fantasía que rodea a los poetas y los dice que
adelante, que la vida continúa y no importan esas gotas recibidas, ni
tampoco caminar con el miedo en las entrañas.
Lluvia para que duermas en tu lecho de crista,l en un profundo sueño,
escuchando ese sonido dulce y silencioso que emiten las estrellas en
su llanto.
...Lluvia de poetas que nacieron en mi tierra y que viven en los
cielos y nos mandan con la lluvia tantos versos centenarios, para que
bebas y te embriagues con su néctar.
...Lluvia para ti, Ciudad Recuerdo...
Rafael Sánchez Ortega ©
23/06/11